Una
de las sensaciones contra las que los adolescentes se ven obligados a luchar en
determinados momentos es la del aburrimiento. Y lo pueden intentar hacer por
diferentes medios.
Se
lo podemos preguntar a Sara Allen, la protagonista de Caperucita en Manhattan,
para quien la monotonía de su casa y de la rutina familiar resulta exasperante.
Y más siendo conocedora y amante de los libros de aventuras, donde los
protagonistas realizan viajes maravillosos, conocen a gente impresionante y se
encuentran con sorpresas emocionantes.
Así
es como precisamente Sara supera su aburrimiento: leyendo historias de ficción.
Pero esto no es suficiente, los libros de aventuras le han hecho comprender que
el mundo está lleno de posibilidades y experiencias. Le han hecho expandir las
alas de su imaginación. Y ya es hora de estrenarlas: salir al mundo y vivir sus
propias aventuras.
Es
justo lo que hace cuando decide escaparse y recorrer las calles de Manhattan
para ir a visitar a su abuela. Rompe las cadenas de control a las que sus
padres la han aferrado, extiende sus alas y echa a volar con libertad.
Es
una situación con la que puede empatizar dodo adolescente, especialmente los de
los primeros cursos del primer ciclo de la ESO. Todo adolescente necesita
sentir que tiene la libertad para vivir sus propias aventuras, y que realmente
merecen la pena experimentarlas, porque, igual que en los grandes clásicos de
aventuras, el mundo está lleno de situaciones fantásticas.
Por
ello creo que el joven lector se enganchará a esta obra y saboreará sus
mensajes: porque, además de ser una historia ágil de lectura (aunque con
descripciones que la ralentizan, pero enriquecen), se verá fácilmente reflejado
en la vida de Sara y su afán por vivir momentos de magia.
Y
con esta empatía que atrapa al joven lector, entre otros procesos que tienen
lugar durante la lectura, llega el aprendizaje vicario. El personaje simbólico
de Sara se convierte en un modelo que le va a enseñar: su primera experiencia
de autonomía respecto a su familia, su forma de ver y de vivir el mundo y parte
de la conformación de su identidad personal.
Creo
que es bueno que los jóvenes lectores se sientan identificados con Sara (y,
como venimos diciendo, fácilmente lo harán), ya que a través de ella observarán
el mundo con afán de superación, de aventura, con una mirada crítica, con la
capacidad, incluso, de poner en cuestión valores rígidos como los que
representa su madre. A través de Sara podrán dar un paso más en la creación de
su identidad personal.
Dentro
de este proceso de aprendizaje, la lectura forma un pilar esencial. Para Sara
las lecturas que realiza son fuente de felicidad, a través de ellas se siente
realizada, alimentan su espíritu y su imaginación. Los jóvenes lectores que
empaticen con Sara se impregnarán de este gusto por la lectura: de alguna
manera, tomarán conciencia de sus múltiples utilidades, superación del
aburrimiento, apertura de la imaginación, conocimiento de nuevas y emocionantes
situaciones y experiencias.
Crecimiento
personal, conformación de identidad, placer por la lectura, enriquecimiento
espiritual, conocimiento de peculiares personajes, aventuras y experiencias
únicas, desarrollo de la imaginación. Todo esto representa el personaje de
Sara, de todo esto se enriquecerán los jóvenes lectores que tengan la suerte de
ver en ella una acompañante que les guíe, por unos días, por su mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario